Con herencia ganadera

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María Sánchez (Córdoba, 1989), veterinaria, escritora y con un proyecto de ganadería extensiva en ciernes, dicta en su libro ´Tierra de Mujeres, una mirada íntima y familiar al mundo rural´, “me pregunto muchas veces si la infancia es un espejismo. Recurro tantas veces a ella que posiblemente la haya deformado o idealizado. Desde que tengo consciencia de mí misma, he sabido que quería hacerme mayor viviendo como cuando era niña. Volverme adulta haciendo el camino a la inversa, regresar a lo que me rodeaba y me hizo tener tanto apego al campo. Soy lo que soy gracias a mi infancia”, resalta la joven Miranda Álvarez Fernández. Hija de ganadero, tiene las ideas muy claras, “de una manera u otra, mi vida va a estar vinculada a la ganadería”. Y es que la esencia y el futuro de la ganadera residen en la conservación de la historia de su familia y el respeto al manejo tradicional heredado de sus raíces. “Mi infancia, todos mis recuerdos, están aquí. En el pueblo, con las vacas. No tengo ningún recuerdo especial con una animal u otro porque la memoria me lleva a las vacas, al tractor con mi padre o cambiando los animales de prado. Mi vida siempre fue esto y quiero que siga siéndolo”.

El mugido de una vaca se escucha en mitad de Casa El Palacio, hoy liderada por Miranda el pueblo de sus abuelos paternos, Vigaña, en el término municipal de Belmonte de Miranda. Y es que la Asturias rural se siente en un terreno donde se lleva a cabo la producción de carne. Un lugar donde reina la calma, que confluye con el esfuerzo, tesón y sacrificio de unas manos que se resisten a dejarse vencer por los tiempos; duros y difíciles. “Si no es una cosa es otra. Ahora que el precio de la carne está algo mejor, tenemos al lobo y al oso acechando. Es cierto que no tuvimos grandes ataques, pero siempre hay que estar en alerta”.

Nos es habitual escuchar que la situación del medio rural es agonizante. Que la España rural está en peligro es una realidad. Casi el 60% de los pueblos españoles han perdido población desde principios de siglo –en Vigaña, en invierno “seremos entre 10 y 15 vecinos. En verano, ya viene mucha más gente”-, y prácticamente la mitad están directamente en riesgo de extinción, según un informe de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP). Pero en Asturias hay esperanza a pesar de las vicisitudes que atraviesa el sector agroganadero, las trabas burocráticas y estos datos poblacionales poco alentadores. La mujer rural en nuestra región es perseverante, trabajadora, independiente, creativa, ingeniosa, audaz y está formada. “Desde niña, siempre me gustaron las vacas. Pasé por muchas etapas sobre si me iba a dedicar a esto o a lo otro pero siempre tenía en mente la ganadería. Aunque sé que no es fácil dedicarse al sector primario y por ello me estoy formando en otro ámbito pero no veo un futuro alejado de él. Trataría de compaginar la docencia con la ganadería”, afirma.

Relevo generacional

De hecho, tras jubilarse su padre, Mariano Álvarez, y aunque está a caballo entre San Claudio, Oviedo, y Vigaña, no dudó en ponerse al mando de la explotación. Una cuadra en semi extensivo de más de 40 cabezas de la raza Asturiana de los Valles.

Diplomada en Magisterio, y cursando un máster para completar su formación, prepara las oposiciones “para ser maestra. Pero en el medio rural. Mi intención es quedarme aquí, en Vigaña. Es muy importante para mí”, y así completar su proyecto de futuro, mejorar la ganadería y centralizar todos los animales en una nave.

Reconoce que el trabajo en el campo es muy esclavo, que no hay descanso, “siempre hay algo que hacer”, pero todo es cuestión de organizarse. El manejo es tradicional, al igual que hacían sus antecesores. Miranda se ocupa no solo del trato con el ganado, el que los inviernos, durante dos o tres meses, los meses más crudos”, está estabulado en el pueblo o en San Claudio o Las Regueras, sino también de preparar su alimento, hacen silo de hierba. Para ello, “cuento con el apoyo de la familia”. Es mucho trabajo, sí, pero es materia prima, además de influir en la calidad de la carne, avalada por la Identificación Geográfica Protegida -IGP- Ternera Asturiana, y el bienestar de los animales, que en primavera ya salen al pasto en diferentes prados y en verano suben al monte privado del pueblo, Los Cabaninos.