Aida Rodríguez de Ganadería Regueiro de Carballedo (Allande): “Nunca dudé en coger el relevo en la ganadería familiar”

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El sudor con el que las mujeres han regado los campos de Asturias ha sido históricamente invisibilizado. Ellas toda la vida han laboreado en la cuadra, tanto como los hombres, cuenta Aida Rodríguez Álvarez. Alegre habla al teléfono desde Carballedo, concejo de Pola de Allande. Allí, desde hace cinco años, es la titular de la ganadería familiar, “desde pequeña siempre me gustaron las vacas”. Intentó, tras acabar los estudios, forjarse un futuro fuera de la explotación pero la tradición, el arraigo y la vocación la retornaron a la Ganadería Regueiro.

Lugares remotos y banales. Ahí es donde van a parar muchos de nuestros pensamientos cuando aluden hacia las mujeres del mundo rural. Mujeres en realidad que no paran, que habitan pueblos y aldeas porque así lo desean, que se hacen cargo de negocios que otros dejan o que cogen el relevo de una ganadería por mantener con vida el legado familiar.

Y es que, además de por tradición familiar, Aida es ganadera por vocación. “En mi casa siempre hubo ganado, siempre nos tocó ayudar desde bien pequeños. Desde que nací estoy entre vacas. Mis padres ya tenían la ganadería, dos de mis hermanos tomaron el relevo en diferentes épocas y finalmente me incorporé yo y de aquí no me voy a mover. Yo no cambio el pueblo por la ciudad. Estoy donde quiero estar”, afirma. De hecho, afirma, rotunda, que “nunca dudé en coger el relevo y seguir con la ganadería familiar”. Madre de una niña, este estilo de vida le permite conciliar. “El trabajo está ahí. Nadie te lo hace. Pero ante cualquier imprevisto, siempre puedes adaptarte y organizar mejor tu tiempo” explica la ganadera.

La explotación, en semi extensivo, cuenta con 60 animales de la raza Asturiana de los Valles, amparadas por la Identificación Geográfica Protegida -IGP- Ternera Asturiana. “Por el invierno me gusta estabularlo todo. Está más controlado. Y en marzo, dependiendo de la climatología, ya salen al paso”, explica.

El terreno, alrededor de Carballedo. “Tenemos muchas fincas. Por esta zona quedan pocas ganaderías. La gente va dejando prados y nosotros vamos cogiendo y así dejo todo el ganado por aquí bajo. Yo no las subo al monte. Están más seguras y las tengo mejor atendidas”, dice.

Aida siega, ensila o revisa pastores, entre demás labores. “Siempre hay algo que hacer. Tenemos mucho terreno alquilado para no tener que comprar nada, o lo mínimo”, aclara. Es cierto, que gracias a la unión familiar forjada por sus padres, cuenta con la ayuda de sus hermanos. Y es que la ganadera además se ocupa de su madre, Plácida, con 84 años de edad, que aunque “está muy bien y se encarga todavía de alguna tarea, ya necesita ayuda en su día a día”. Mantienen el estilo de vida de la antaño, Ganadería Regueiro tiene huerta, ovejas, gallinas y gochos. De hecho, la ganadera cogió el testigo de la matanza, “todo lo que sé me lo enseñó mi madre. Es una cosa que siempre me gustó y ahora voy a ayudar a cuatro o cinco casas que me llaman para hacerla”.

Autosuficientes

La incertidumbre de los tiempos no la amedrentan. “Cada día nos lo ponen más difícil. El futuro está fastidiado, aunque la cotización de la carne está algo mejor, pero cuando trabajas en algo que te gusta las cosas van saliendo adelante”, explica. Recría pero no ceba ‘xatos’, los comercializa “de seis o siete meses a través de los tratantes de las zonas que, a su vez, los venden a cebaderos. No tengo mucho sitio, y así voy tirando”. Su objetivo, “mantenerme como estoy”. De momento, “la ganadería me da para vivir y las cosa no está para grandes inversiones. Hay que mantenerse”.

La cuadra cuenta con dos toros. “Recurrimos alguna vez a la inseminación pero las mínimas. Intentamos mantener la misma línea genética y así ser autosuficientes”, concluye.