Es común la creencia que nuestro sistema alimentario actual hace aguas. La posibilidad de contar con alimento suficiente en cualquier momento del año ha alejado al habitante de la urbe del lugar donde se produce y se transforma la comida. En el imaginario de las ciudades, la industria alimentaria ha sustituido el papel del sector primario relegándolo a espacio de recreo y, a sus habitantes, en meras figuras decorativas. Esta falta de visibilidad y reconocimiento del trabajo rural se hace especialmente grave en el caso de las mujeres, tradicionalmente relegadas a actores secundarios en unas estructuras sociales que perpetúan el sistema patriarcal con leyes y creencias discriminatorias. Sin embargo, hay excepciones que se comenzaron a fraguar hace más de 50 años en el enclave de Igena, término municipal de Cangas de Onís, cuando Ángel Traviesa y Rosa García instauraron la Ganadería Traviesa, siendo así grandes impulsores de la raza Casina. Un legado que supo transmitir y enraizar a la perfección en sus dos hijas e hijo, todos ocupados en la ganadería. “Heredamos la ganadería hace 12 años, tras fallecer mi padre, quien desde cero y con mucho esfuerzo empezó con ella, centrándose en la raza Casina”, resalta Covadonga Traviesa, quien junto con su hermano, maneja la cuadra familiar. “Sin mis padres no seríamos nada, y hoy todos sus hijos somos ganaderos”, afirma.
Compagina el laboreo ganadero con la hostelería, pero “no me imagino una vida sin vacas. Tuve la oportunidad de estudiar y marchar pero me gustabaesto. Mi padre siempre me decía que me iba arrepentir, pero no. Estoy donde quiero estar”. Reconoce que “para mi el ganado es un descanso. Cuando haces algo que te gusta no hay esfuerzo”. Es más, “me relaja. Me relaja mucho subir al puerto a ver las vacas”.
De hecho, en un futuro próximo, “me veo aumentando número de cabezas en la ganadería e incorporándome profesionalmente al sector”, avanza. De pequeña, le tocaban más las ovejas y las cabras. “Al ser la más pequeña te tocaba más ir a lo menudo”. De aquella, en casa sí se mecía y en la cabaña del puerto “mi madre hacia queso. Cogía vacaciones el mes de mayo y transformábamos la leche”.
Y es que, “la ganadería ahora está bien si no fuera por la fauna salvaje. La carne se cotiza a un precio lógico pero el problema del lobo es tremendo”. Es cierto que “yo nunca vi uno, hay vecinos que sí, pero debajo de casa teníamos una vaca para parir y, al día siguiente teníamos la ‘jata’ toda comida por detrás. Y eso fue en medio del pueblo”, explica y aclara que “no se cortan. Antes convivíamos todos, pastores y lobos. Aquí había cabras y ovejas, ahora no hay nada. El lobo no dejó nada. No sé dónde vamos a llegar y hasta dónde vamos a aguantar”.
En la actualidad, Ganadería Traviesa cuenta con 120 animales de raza Casina, de los que cuatro son toros. Mantienen su propia línea genética. “Me encantan los concursos. Algo que también nos transmitió mi padre”, lo que se traduce en una clara apuesta por la tradición. Poseen varios títulos de Campeonas Nacionales.
Prado y monte
Están en semi extensivo. “Este invierno pasaron de diciembre a primeros de marzo en la nave”, para la recuperación del pasto y sortear el frío del invierno. Luego, las vacas ya salen al prado y suben al monte: al puerto de Cuana y a Los Lagos de Covandonga. Además, “tengo cuatro en León. Cuatro mimadas que tengo”, ríe. “Aquí tengo miedo que les pase algo por el lobo”.