Ganadera en cuarta generación

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La población rural cae. Las nuevas iniciativas empresariales tienen un bajo índice de continuidad y, en este contexto, las mujeres son las más perjudicadas estadísticamente por ambas tendencias. Pero también hay un buen número de ellas que encaran el pesimismo con decisión. Ganaderas, agricultoras, emprendedoras que piensan que su futuro, y también el de más gente, está o puede estar en apostar por el campo. “A mi las vacas me gustaron desde siempre. Desde pequeña ayudé en la ganadería. Como quien dice, lo mamé”, ríe Lucía Castaño Lombardía, que explica que hace más de medio siglo “que se vende leche en esta casa. Empezó mi bisabuelo”. Y no lo dudó. Tras finalizar los estudios y ser madre de dos pequeños decidió dedicarse profesionalmente a la producción lechera “para poder criarlos como a mí me gusta, como me crie yo, y poder pasar el mayor tiempo posible con ellos”. Por ello, “la ganadería me pareció la idea perfecta”. De hecho, “mi hijo pequeño, de 8 meses, en la mochila de porteo, pasa conmigo el día entero”.

Reconoce que “es una pena que se acaben los pueblos, aunque si es cierto que en el medio rural hay poco trabajo, la vida que te ofrece no la hay en la ciudad. Yo estoy enamorada de mi pueblo, de lo rural, de la tranquilidad, de la familia, de todo. Mientras estuve estudiando viví en Lugo pero volvía cada fin de semana”. Cuando siempre te inculcan “el amor por las vacas, el ser ganadero te nace”.

¿Cuál es el primer recuerdo que te viene a la mente en el contexto de la ganadería, con las vacas?, le pregunto. No lo tuvo que pensar mucho: “tornando las vacas en una bici con ‘ruedines’ con tres o cuatro años” o el sabor de la leche “recién ordeñada por mi abuela en la cuadra”, rememora con una sonrisa. Sin duda, Lucía está donde quiere estar.  Las cosas como son: “esto cada vez se está poniendo más complicado. Es verdad que el precio de la leche está subiendo y se paga mucho mejor que hace unos meses pero también está la vida más cara. Los precios del pienso y del gasoil se han disparado pero también creo que se va a necesitar más producción de leche porque ganaderías cada vez hay menos”.

El mundo rural sigue siendo mayoritariamente masculino. Según datos de la última Encuesta de Población Activa, del total de trabajadores del sector agrario, un 88% son hombres y un 12% mujeres. Mientras que, según los últimos datos disponibles, solo el 32% de las explotaciones agrarias tienen como titulares a mujeres.  Pero siempre hay historias que avalan las excepciones. Ellas parecen hechas de una pasta distinta. Cuentan, casi siempre con una sonrisa, sus dificultades, sus esfuerzos, las dudas con las que lidian cotidianamente. Su sonrisa se agranda cuando hablan también de las razones -calidad de vida, costes, la sensación de ser dueñas de su propio destino, conciliación- que les llevaron a escoger una vida a contracorriente. Todas ellas aportan a su entorno un cuidado en el detalle y una capacidad de trabajo que, más allá del tópico, pueden marcar la diferencia. En Vior, parroquia de Balmonte, término municipal de Castropol, reside Lucía. Estudió Veterinaria y se especializó en vacuno mayor “para trabajar con las vacas”. Con 29 años, se acaba de incorporar a la explotación familiar, Ganadería Cima S. C.,  y comparte las tareas de la cuadra con sus padres, Elena Lombardía y Manuel Castaño: “trabajo hay para todos”. Manejan una cabaña que alcanza las 150 reses de raza Frisona, de las que están estabuladas las de producción, 74 con una producción media que supera los 35 litros por vaca y día que despachan a Reny Picot. El resto, secas, novillas y ‘xatas’, están al pasto “hasta que llegue la hora de parir que van para la cuadra”.

Fauna salvaje

El lobo, casi extinto en los años setenta, se empezó a proteger en los ochenta. Gracias a las campañas ecologistas se ha salvado incluyéndolo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESPRE) pero su supervivencia es a costa de los animales que le sirven de alimento. Y eso ha puesto en guardia a los ganaderos. Hasta este año, “si subías a las praderas podías ver algún lobo, pero iban principalmente a por los corzos, jabalís o algún ‘xatín’ colorado”. Este verano, “empezaron con las ‘xatas’ pintas. A nosotros nos mataron dos terneras que tenían 14 y 15 meses. Y al vecino otras tres ya preñadas”. Así, “nosotros decidimos bajar todo al lado de casa y para cerrar con malla, lo que supone un dineral”. Ahora, “a esperar a ver si no entran. Entiendo que el lobo tiene que matar para poder comer pero deberían moverlos hacia zonas donde no haya tanta cabaña ganadera. Yo no digo de exterminarlos pero hay que tener un control para poder vivir bien todos”.  Y es que “el pago por daños no cubre. Si te mata un animal de 14 meses, la indemnización no tiene en cuenta todo lo que te cuesta criarla y todo el dinero que te pueda llegar a dar esa vaca con la leche y sus crías”. Esto provoca que los ganaderos “vayamos a menos”.