En España, hay cinco millones de mujeres rurales. Un tercio supera los 65 años, y más de la mitad de las que tienen entre 20 y 65 años está en paro. Según los expertos, la mujer rural es clave para afrontar la despoblación y asegurar una transición ecológica justa. Conforme a los datos del Censo Agrario publicado por el Instituto Nacional de Estadística -INE-, más de 261.634 mujeres en nuestro país están al frente de explotaciones agrarias. Esto supone un 28,6% del total. Es decir, casi un tercio de la ganadería y la agricultura están en manos de mujeres y Mariola Martínez Fernández es una de ellas. Y aunque es una cifra que todavía está lejos de llegar a la mitad, es un dato positivo, ya que hace una década eran tan solo el 23%. De lunes a lunes, a merced de la crudeza del invierno, del calor del verano y de los fenómenos del otoño y la primavera, Mariola vive día tras día por sus tierras y sus animales. Así es su vida, y “estoy donde quiero estar”. Nació en Mieres, pero nunca perdió el vínculo con la tierra que vio nacer a su madre; el pueblo de Cortes, en el término municipal de Quirós. “Desde pequeña venía todos los fines de semana y vacaciones. Había que ayudar a mis abuelos”. Hasta que, por circunstancias de la vida, a los 13 años se asentó en el enclave quirosano y desarrolló, desde entonces, su proyecto de vida.
De todos es sabido que la profesión de ganadero es muy especial, por no decir sacrificada y dura. No hay días libres y muchas veces se juntan las jornadas mientras se complica un parto, hay que arreglar los cierres de las fincas para resguardar las vacas o preparar la hierva para alimentar en invierno. Con esta afición los conocedores dicen que se nace, que existe una tradición familiar que facilita el arraigo no sólo al oficio sino al medio rural, pero Mariola es la excepción. No había tenido relación con la ganadería, pero si se enamoró de un ganadero. “Empecé con las vacas por probar. Las veía de pequeña en casa de los mis abuelos pero poco más”.
Hoy, su trabajo es, aunque tardía, “por vocación”. Reconoce que “no sabía nada sobre el manejo del ganado y ahora es diferente. Me ocupo de todo. Fui cogiéndole gusto poco a poco y me encanta”.
Hace cinco años se incorporó al sector de manera profesional y en la actualidad dirige junto a su marido, Jesús, la ganadería Güeria, que cuenta con 140 reses de la raza Asturiana de los Valles de aptitud culón en semiextensivo. Manteniendo un manejo tradicional e intentando ser lo más autosuficientes posibles. “Seleccionamos las terneras que van a quedar para madres, las que tiene buenas formas” e inseminan con sus propios toros. Asimismo, aprovechan el verano para preparar la alimentación de las vacas en invierno. “En julio, agosto y mediados de septiembre estamos sin parar haciendo bolas. Lo hacemos todo nosotros, tenemos maquinaria”. Comercializa los ‘xatos’ al destete y vende una media anual de más de 50 ejemplares.
Sus animales pastan todo el verano en el puerto Güeria. En invierno, estabula unos 70 animales. El resto, se van para Extremadura y retornan en primavera a Quirós, para pacer por las 30 hectáreas de las que dispone la explotación. “El año pasado el lobo nos quitó un ternero aquí al lado de la nave. Ese sí que la Consejería nos lo pasó, porque estaba claro que lo había matado el lobo. Había sangre por la carretera”.
El Lobo
Y es que “el futuro como no cambie se presenta feo porque no tenemos nada a favor. Tenemos al lobo delante de casa. Andan por donde quieren y cada vez se meten más en los pueblos buscando alimento”. Es cierto que, “cuando se echan las vacas al puerto ya bajan mucho menos pero hasta entonces, los tenemos aquí”. Y es que la ganadera resalta la importancia de controlar la población del cánido porque considera que tiene que haber un equilibrio porque “cuando ese equilibrio se rompe luego hay cientos de manadas paseándose por los alrededores de los núcleos rurales. Eso no es muy normal. Hasta que no tengamos que lamentar un ataque a una persona las administraciones no van a tomar medidas”.